El Vals de las Estaciones.

El sol de otoño vuelve a salir,
en el Edén de las rosas blancas.
El avecilla dorada canta,
sobre la rama del fresno.
La amapola de cristal entona
melodías de rojo carmesí.

¿Qué sería de una amapola
sin su canto celestial?
Una flor cualquiera quizá.
El ángel las observa extasiado,
toma su violín y hace sonar su alma,
su alma virgen, por primera vez.

El río de plata baila al son de las notas,
Danzando un vals al suelo caen las hojas secas,
El Otoño se queda ahí días, meses, años,
no quiere dejar de oír aquella sacra sinfonía de amarillo oro.

Finalmente llega el invierno con su traje de nieve,
se posa sobre las hojas y se sienta sobre el suelo congelado.
El ángel se detiene, observa, sonríe...
Y hace sonar su alma hasta estremecer los ojos de laguna del Invierno.

Pasan los relojes, los sonidos, las sonatas,
y el Invierno disfruta oír cantar
a los árboles nevados, al ángel y a la laguna congelada.
A la nieve en las hojas, en el suelo, en el cielo.

El ángel se detiene, ríe, llora,
de un sonido la Primavera se toma el Edén vistiéndolo
de flores, de aire, de vida.
Los tulipanes sonríen y abrazan a los gladiolos,
Las margaritas cantan a coro con las rosas, los laureles y las enredaderas.

El Verano toma de la mano a la Primavera,
el sol baña con sus rayos a las flores que danzan
sobre el césped de verde esmeralda.
El ángel hacer sonar su violín
hasta que el Silencio muere derrotado
entre los laureles inocentes.

El Invierno trae en brazos al Otoño,
hielo y fuego se hacen uno,
las flores se congelan y siguen danzando.
¡Las estaciones están bailando al unísono
sobre el Edén de las rosas blancas!

Todo se hace uno,
mientras el ángel se detiene por última vez.
Vuelve a mirar, vuelve a sonreír, vuelve a llorar,
de un grito se desvanece,
su cuerpo se hace uno,
con el hielo, los tulipanes, las estaciones,
el canto, la tierra, el cielo teñido de crepúsculo danzante.

Soy

Soy,
un escritor sin lápiz,
un pintor sin pincel,
un cantante sin voz,
un atleta sin piernas.

Soy,
un ave sin alas,
un grito sin sonido,
un político sin burocracia,
un rey sin corona.

Soy,
un con sin su sin,
un clarín sin pétalos,
un ridículo grito de guerra,
un obsceno "te quiero".

Soy,
más que tú y menos que yo,
no soy algo pues soy nada,
por eso salto al mar
sabiendo que no tiene agua.

Soy,
tu peor pesadilla,
tu más dulce sueño,
un cuchillo sin filo,
un perro sin dueño.

Soy,
un guardia sin arma,
un libro sin letras,
una pintura sin colores,
un enamorado sin ser amado.

Soy,
un piano sin teclas,
un violín sin cuerdas,
un árbol sin ramas,
una palabra sin acento.

Soy,
un muerto sin cadáver,
una novia sin velo,
un reloj sin punteros,
una vena sin sangre.

Soy,
un llanto sin lágrimas,
una búsqueda sin objeto,
un banco sin dinero,
una pregunta sin respuesta.

Soy,
un hijo sin padres,
un mar sin agua,
soy dos trinos y un adiós,
pararan pam pam,
me ha dado un infarto
aunque no tengo corazón.

Suicidio de una palabra.

Una palabra quería suicidarse... a
ah, las amigas que vivían con ella en su poema... m
intentaron alegrarle, tras separarse de su insensible sustantivo... a
Pero la pobre Amado no podía vivir sin Príncipe... d
trató de lanzarse desde el borde superior... o
rodó por los riscos verbales hasta terminar fracturada.

Adoam, malherida, se lanzó a un foso,
que se hizo pozo,
y en un esbozo,
Adoam perdió un trozo.

Adoa, ¡pobre de ella!
- se lamentaban sus amigas las palabras -,
ya nunca será la misma,
ni el diccionario podría ayudarle.

Adoa intentó atravesarse con una espada toledana,
pero sólo consiguió cortarse por la mitad una letra.
Adca, moribunda, por el corte se infectó, una a, una A una d,
le hubieron de amputar... ¡pobre c!

Al día siguiente,
sus amigas Belleza y Cordura,
¡la encontraron muerta en el piso, llena de sangre!

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