Invito a los cuervos del ocaso,
a beber unas copas mientras la luna se viste de reina,
y el sol se acurruca en su cama tras el firmamento
salpicado de estrellas chismosas.
Derramé mi copa de champaña,
¡oh! el alcohol se deshace en ríos,
moja mis zapatos de porcelana,
hace estornudar al conejo de orejas cuadradas.
Mi corazón es tan grande,
que con él me haría un guante,
De buen corazón yo soy,
porque no le doy mi dinero a nadie.
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