Es el artesano,
que forja flores de mármol
a la luz de la luna con semblante azul.
Que usa sus ojos como ruedas,
su corazón como motor,
sus manos como alas.
Es la lavandera,
que purga las culpas de las ropas,
bautiza a la vestimenta recién comprada,
que canta canciones sin melodía
a los pies de la hiedra muerta.
Es el soñador,
que teje arcoiris con sus risas,
que duerme de día y sueña de noche,
vuela porque quiere tener alas,
ríe porque quiere aprender a llorar.
Es la bestia que ruge,
en la cima de la montaña,
que vuelve a la nieve agua,
el agua que bebes y desechas,
que ensucias y malgastas.
Soy una alegre cadena,
que sueña unirse a una gema
y colgarse del níveo cuello
de una damisela sin novio.
Un día soy oceáno,
baño sirenas, sueños y náufragos.
Al otro soy cielo,
y arropo al sol en su cuna,
lanzo a la luna al firmamento de lactosa.
Y a la semana después soy tú,
quién sabe qué sea después,
podría ser una pintura, un poema, un grito.
Una cima, un asiento, un abismo.
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